Introducción
En la práctica clínica, es frecuente escuchar expresiones como: “Si no lo cuido, soy mala persona” o “la sociedad me dice que es mi obligación, pero no lo siento así”. Dichas frases reflejan un conflicto que trasciende lo individual y que se sostiene en una tensión entre la cultura, la historia personal y la salud emocional.
En México y otros países de América Latina, los mandatos familiares son fuertes y el cuidado a los padres mayores se concibe como una forma de “retribución”. Sin embargo, este ideal no toma en cuenta las experiencias de infancia de los hijos ni la calidad de los vínculos que se establecieron en el pasado. Desde la psicoterapia, lo que observamos es un dilema doloroso: si el hijo cuida desde la culpa, experimenta enojo y resentimiento; si se niega, aparece la culpa y la sensación de ser juzgado como una “mala persona”.
El mandato cultural y la deuda simbólica
El cuidado filial se asocia con una deuda simbólica. Según González y Montoya (2015), en el imaginario social mexicano persiste la idea de que los hijos “deben pagar” lo que los padres hicieron por ellos, aun cuando la historia familiar esté marcada por ausencias, violencia o negligencia. Este mandato cultural invisibiliza la herida del hijo y refuerza dinámicas de sacrificio que no siempre derivan en vínculos amorosos.
La teoría del apego también aporta claves relevantes. Bowlby (1989/2009) señalaba que los vínculos tempranos constituyen la base para el desarrollo de la capacidad de cuidar en etapas posteriores. Si el niño fue validado, contenido y amado, es más probable que en la adultez muestre disposición genuina para acompañar a sus padres. En contraste, cuando el vínculo fue inseguro o doloroso, la demanda de cuidado puede vivirse como una condena.
El espejo vital de padres e hijos
En la consulta psicoterapéutica se observa un fenómeno que podríamos llamar el espejo vital. Muchos padres, en la vejez, lloran por el afecto que no supieron ofrecer, mientras que sus hijos, aunque presentes físicamente, acompañan desde la obligación y no desde el deseo. La paradoja es cruel: los padres reciben asistencia pero no vínculo, y los hijos cumplen con el deber mientras cargan con resentimiento.
Esta dinámica produce relaciones de “cuidado vacío”, donde la dimensión física está cubierta, pero el lazo afectivo está ausente o deteriorado. El cuidado se convierte entonces en una representación social más que en un acto reparador.
Impacto psicológico del cuidado desde la culpa
La investigación clínica ha mostrado que el cuidado asumido desde la obligación y la culpa tiene consecuencias significativas en la salud mental. Zarit, Reever y Bach-Peterson (1980) describieron por primera vez el síndrome de sobrecarga del cuidador, un conjunto de síntomas de agotamiento emocional y físico derivados de la atención a familiares dependientes. Estudios posteriores realizados en población mexicana han confirmado este hallazgo, señalando niveles elevados de depresión, ansiedad y estrés en cuidadores que no cuentan con recursos emocionales ni redes de apoyo suficientes (Aguilar, 2016).
El resentimiento crónico y el sentimiento de atrapamiento se presentan con frecuencia. En el encuentran frases como: “Cada vez que lo cuido, me duele; y cada vez que me niego, me culpo”. Estos comentarios ilustran lo que en terapia se reconoce como un doble vínculo destructivo, en el cual cualquier elección genera sufrimiento. En estas circunstancias, el cuidado deja de ser un acto de acompañamiento y se transforma en una carga que desgasta al cuidador.
La herida del hijo invisibilizado
Uno de los elementos menos visibilizados en el discurso social es la herida emocional de los hijos que crecieron con padres ausentes, violentos o indiferentes. Pedir a esos hijos que cuiden sin cuestionamientos equivale a negar su experiencia y reforzar la narrativa de que el deber filial está por encima de la salud psíquica. El silencio cultural frente a la infancia dolorosa de muchos cuidadores perpetúa dinámicas de sumisión y culpa.
Desde la psicoterapia, resulta esencial validar la ambivalencia. No querer cuidar a quien nunca cuidó no es crueldad, sino la consecuencia de un vínculo fracturado. Fingir amor en ese contexto no sana, sino que profundiza la herida.
El cuidado en la vejez no debería basarse en mandatos culturales ni en presiones externas, sino en vínculos significativos construidos a lo largo de la vida. La crianza consciente juega un papel central: la escucha, la validación y la presencia emocional son semillas que, en el futuro, se transforman en disposición genuina al cuidado.
Es importante reflexionar sobre sus interacciones recientes con sus hijos. Preguntarse si predomina la escucha o la exigencia permite anticipar cómo se sentirá ese hijo en el futuro cuando la vulnerabilidad de los padres requiera acompañamiento.
Conclusión
El cuidado filial es un fenómeno complejo que no puede reducirse a la noción de obligación moral. La psicoterapia muestra que la culpa destruye donde el amor construye, y que el verdadero acompañamiento sólo puede nacer de vínculos auténticos. Padres que siembran presencia y afecto son acompañados con gratitud; quienes ejercieron violencia o indiferencia cosechan cuidados marcados por el resentimiento.
La prevención, tanto desde la crianza como desde la intervención clínica, implica validar la herida del hijo, abrir espacios de diálogo y romper con el mandato cultural que equipara deber con amor. Solo así podremos transitar hacia una cultura del cuidado más humana, donde el acompañamiento en la vejez sea un acto de amor y no una cadena impuesta por la culpa.
En Psicoterapia Integral encontrarás un espacio de acompañamiento psicoterapéutico para elaborar estas heridas, resignificar tu historia y construir vínculos más sanos en el presente. El proceso terapéutico no solo ofrece recursos para manejar la carga emocional del cuidado, sino que abre caminos hacia una vida más libre, menos atada al deber impuesto y más cercana al amor genuino.
M. en Psicoterapia Gestalt. A. Delgado C.
Referencias
- Aguilar, R. (2016). Familia y vínculos afectivos en la vejez. México: Editorial Trillas.
- Bowlby, J. (2009). Una base segura: aplicaciones clínicas de la teoría del apego. Barcelona: Paidós. (Trabajo original publicado en 1989).
- González, M., & Montoya, S. (2015). Deber filial y cuidado familiar en México: una mirada sociocultural. Revista de Estudios de Familia, 7(1), 23-39.
- Zarit, S., Reever, K., & Bach-Peterson, J. (1980). Relatives of the impaired elderly: correlates of feelings of burden. The Gerontologist, 20(6), 649–655.